domingo, 9 de febrero de 2020

En una taberna de Kirkwall

Era el primer momento de calma tras el reencuentro con sus amigos. Primero, la desaparición de Selina. Ahora el secuestro del hijo de Tarsius. Todo ello pasando por el encuentro con el Qunari,  el viaje a Kirkwall través de los Eluvian élficos y una pelea con matones a la antigua usanza. Y probablemente, en breve, un viaje a Tevinter.

Pero este era un momento tranquilo, si ignoramos el jaleo de la taberna con gente bebiendo y cantando. A pesar de todo Wyna se encontraba completamente abstraída, escribiendo algo en una mesa un poco apartada del barullo.

Auriel dejó por un momento a sus amigos y se aproximó a ella con un par de jarras en las manos: una de cerveza y otra con leche y miel (por que ya había comprobado que darle alcohol a Wyna no era buena idea).

-¿No te unes a la fiesta? - preguntó dejando las jarras sobre la mesa.

-¿Eh? Ah. Es que quiero terminar esto primero. Enseguida voy - respondió Wyna tras salir de su ensimismamiento.

-¿Qué es? - Auriel se inclinó sobre el escrito con curiosidad.

-Ah... una especie de carta de presentación para esa elfa... ¿Merrill? que conocimos cuando lo de los espejos. Supongo que sabe de que iba todo eso, y me gustaría que me dejase su contacto para poder escribirle.

- Oh, vaya... has conocido a otra elfa con secretos más interesantes que los míos. ¿Tengo que ponerme celosa? - bromeó Auriel.

Wyna se puso colorada:

-¡No es eso! ¡S-sólo es interés profesional! ¡Como con Genitivi! A ti... te amo - dijo con un susurro de voz, bajando la mirada con cierta vergüenza.

-Tranquila, solo bromeaba - rió Auriel, mientras acariciaba su alborotado cabello, para besarla a continuación.

A veces Wyna parecía un poco inocente, como una niña. Aunque eso era otra cosa que le gustaba de ella: era apasionada e ingenua, como si tuviese todo un mundo que descubrir. Parecía incapaz de mentir, aunque en realidad era muy buena en ello cuando hacía falta. De lo que no era capaz era de ocultar sus sentimientos a gente a la que quería. Su expresión la delataba fácilmente, y Auriel se preguntaba si no sería cosa del espíritu. Se había vuelto mucho más comunicativa y abierta desde entonces, aunque había algo en concreto que todavía le costaba.

-Pero otra cosa ¿no piensas decirle nada a Tarsius sobre ti? Entiendo que cuando nos encontramos era un mal momento, pero ahora tienes la oportunidad.

-Ya... - dijo Wyna mientras bebía un sorbito de la leche con miel -. Lo haré, por supuesto. Es solo que... me cuesta. No se... quizás en parte me preocupa qué pensaran. O también por que en cierto sentido me gustaría hacer borrón y cuenta nueva. Que viesen a otra persona y ya está. Se que no es justo que yo sepa cosas sobre los demás y ellos no sepan quien soy yo, pero me cuesta. Y tener que pasar por lo mismo cada vez que vuelvo a ver a alguien... No se... es como tener que confesar un secreto muy íntimo una y otra vez.

-Bueno, no hay prisa. No es una obligación que tengas. Pero ahora estamos de celebración ¿No te vas a unir? - dijo señalando a la mesa en donde estaban sus tres compañeros recordando viejos tiempos -. Además me gustaría escucharte cantar. Creo que tus compañeros aún no conocen tus nuevas habilidades - susurró guiñandole un ojo.

Wyna sonrió halagada.

-Está bien, dejaré esto para más tarde. Aunque tengo unas cuantas ideas que contarte sobre cosas que quiero hacer aquí en Kirkwall. Quiero enterarme de lo que pasó con los magos y templarios aquí, y ver si hay alguien que tenga libros interesantes. O alguien que nos pueda ayudar a descifrar los libros de la Gran Encantadora Ginovisa. ¡Ah, y se me ocurrió una idea con el hechizo de enviar sueño! Tienes que aprenderlo tu también...

-Todo a su tiempo, Wyna. Hoy toca divertirse - dijo mientras la cogía de la mano y la conducía al centro de la fiesta junto con el resto de sus amigos.

viernes, 13 de diciembre de 2019

La sonrisa

Si lo pienso, todo cambió de golpe hace cinco años. Salir del círculo, convertirme en guardia gris, derrotar al archidemonio y... conocerla a ella.

Creo que lo primero que me enamoró fue su manera de escuchar. Es... difícil de explicar. Era la primera vez que me escuchaban con genuino interés, y sin juzgar nada de lo que decía.  Era liberador.

En el círculo de hechiceros yo era una "alumna prometedora", pero eso significa tener que cumplir las expectativas. El problema es que si planteas ideas nuevas lo más probable es que te equivoques, y yo odiaba ver los ceños fruncidos de mis profesores, o enfrentarme a la burla de alguno de mis compañeros.

Pero Wyna parecía querer escuchar siempre cosas nuevas. Sin importar su validez. Creo que en esos momentos veía su auténtica personalidad. En cambio, su actitud habitual me confundía. En aquellos tiempos era solitaria, taciturna y poco comprometida. O al menos en apariencia.

Creo que era la imagen que trataba de proyectar. Parecía que intentaba evitar a la gente. No me costó adivinar que se debía a su pasado. Una chica huérfana, criada por una tía sobre la que otros lugareños murmuraban... Una maga apóstata, que tenía que permanecer oculta y alejada de la gente,...

Yo también crecí sin mis padres, pero en el círculo todo el mundo era así. Pero ella era la chica diferente, la rara, a quien todo el mundo rechazaría si conociese su secreto. Su forma de actuar no era solo una tapadera, sino también una coraza hecha para no sentir.

Y aún así, en el momento en que alguien necesitaba su ayuda, estaba dispuesta a usar sus habilidades sin pensar en el riesgo. De hecho, creo que su magia era algo más que una simple herramienta para ella. Yo siempre he desarrollado mi magia como un arte, como una ciencia, buscando la precisión y perfección. Pero para ella es una parte de su cuerpo, de su naturaleza.

Su magia es tosca y poco elegante, pero cuando cura (y por suerte o por desgracia lo he comprobado unas cuantas veces), transmite una calidez reconfortante. Incluso diría que ella misma tiene un aura especial, como si la magia la acompañase siempre, más allá de cualquier hechizo. O quizás es sólo que estoy enamorada.

Pero ambas hemos cambiado mucho desde que nos conocimos. Ya no soy aquella joven inexperta que trataba la magia como un experimento de laboratorio. He conocido el mundo real, me he endurecido. He aprendido a tomar la responsabilidad y a enfrentarme a mis miedos. Las cosas con las que nos asustaban en el círculo han dejado de ser los monstruos de debajo de la cama para convertirse en algo real. Más terrible en cierto sentido, pero una realidad palpable, con la que se puede acabar.

El mundo es más gris ahora, quizás, aunque he aprendido a apreciar las cosas de la vida. Ahora aprovecho cada momento de felicidad. Por el camino he hecho muchos amigos. Muchos compañeros. He encontrado en los guardias grises una hermandad. He conocido a muchos héroes, tanto dentro como fuera de ella.

Este es un mundo lleno de tinieblas, y no solo por los engendros y la ruina. Hay ruindad en muchos corazones, mucha gente que solo piensa en si misma, o que carece de compasión. Sin embargo también hay luz y color. Y para mi, Wyna es parte de eso.

Quien la ve ahora, ve tan solo a una chica amable y soñadora, siempre contando historias fantásticas o leyendo nuevos libros. De hecho he tenido que discutir con más de un guardia gris para lograr que viniese con nosotros. Pero más allá del cariño que le tenga su aportación es inestimable. Y no solo como curandera, siempre intenta ver más allá aportando algo que otros no pueden.

Ahora ha vuelto a ocultar su magia. No es que yo fuese a permitir que nadie se la llevase, pero no quiere causar problemas. Además, creo que disfruta mostrándose vulnerable. Insignificante. Diría que camina por mundo como si fuese una simple observadora, desentrañando sus secretos pero sin querer fama ni reconocimiento.

Sin embargo su actitud es muy distinta a cuando la conocí. Ya no lo hace con miedo, ni con desconfianza. Simplemente no quiere destacar. Cuando una niña que sueña con ser una heroína nos ve, es a mi a quien admira, pero es a ella a quien se atreve a acercarse en primer lugar, y creo que eso le encanta. Me pregunto si, en otras circunstancias, hubiese querido tener niños.

Ahora habla más con la gente, y comparte en cuanto puede su pasión por los cuentos y las historias. Ahora parece realmente feliz.

Su sonrisa es otra cosa que me enamora de ella. Este es un mundo duro, pero quiero proteger esa sonrisa todo el tiempo que sea posible. Que no la vuelva a perder.

viernes, 6 de marzo de 2015

Y su nombre era...

Tan familiar y a la vez tan extraña... así era ahora la espesura para mi. Sinceramente, me alivió regresar. Aquella fortaleza no me resultaba tranquilizadora en absoluto: magos, templarios, hombres lobos, qnari, elfos, enanos,... la guerra genera extrañas alianzas.

Como Lancel, supongo. No le habíamos vuelto a ver desde que desapareciese durante la noche hacía ya semanas. ¿Por qué? No me caía especialmente bien, pero dudo que se marchase sin un buen motivo.

Pero no solo la espesura había cambiado, con los engendros. Yo también volvía distinto. Quizás por eso tardé en apreciar el cuervo que nos venía siguiendo como una señal de aquello que buscábamos: Una bruja de la espesura.

Era lo que Selina encargó al resto de guardias grises de nuestro grupo antes de regresar al campamento con Calder y Ugwein. Los detalles los desconozco, por que incluían algunos de los secretos de su orden, pero al parecer esa bruja podía tener algo importante para la batalla que se avecinaba. El motivo por el que se había arriesgado a ir solo con unos pocos reclutas en su busca.

La rescatamos con vida, junto con una recluta llamada Miriam, creo. Habían caído en una trampa y los engendros pretendían hacer con ellas algún tipo de ritual de sangre trevintano, pero al menos Selina parecía estar bien. De Miriam ya cuidaría Calder.

Y quizás fue una suerte que no nos acompañase, por que probablemente no hubiese aprobado que derramase mi sangre para liberar a esa presencia del altar, pero al parecer era una prueba necesaria para que la bruja de la espesura se presentase ante nosotros. Al tocar el altar se iluminaron unas letras élficas que Auriel pudo leer, y sentí gracias a mi espíritu que fuese lo que fuese lo que allí se hallaba atrapado, no era una presencia maligna.

Al salir, pudimos comprobar que el cuervo que nos había guiado no era sino una cambiaformas. Quizás aquella persona a la que nos habían mandado buscar.

Su nombre era Mórrigan.

sábado, 28 de febrero de 2015

Remanso de paz

Dentro de un terreno desolado, un remanso de paz resulta más inquietante. Probablemente no hubiésemos entrado en otras circunstancias, pero buscábamos a Lancel y podía estar ahí. Era un pueblo amurallado, y parecía estar sobreviviendo indemne a la ruina.

Si ya eso nos sorprendió en su momento, lo que nos encontramos dentro era difícil de concebir en ese entorno. La alegría que se respiraba no concordaba con el peligro que corría el pueblo. Su interés en que nos relajásemos era algo más de lo que sospechar. Traté de mantenerme alerta, era consciente del peligro, pero el ambiente era embriagador.

Fuimos a la taberna a preguntar por Lancel, y acabamos comiendo allí Tarsius, Auriel y yo. Todos parecían muy amables y encantados de agasajarme. Tarsius comenzó a comer con avidez, y Auriel le siguió. Yo pretendía seguirles el juego, así que comí también, y creo que ese fue mi error. No se bien que ocurrió después, solo recuerdo estar encandilado con Auriel. He de decir que por más que me avergüenzo de haber caído en la trampa, no puedo recordar esos momentos con desagrado.

Después de eso solo se que Ugweyn me sacó del trance con uno de sus eficaces bofetones. El enano había quedado junto a la fuente, y por lo que sé gritando con rabia a cualquiera que se le acercase. Creo que la excesiva amabilidad le causa algún tipo de alergia. Casel también estaba resistiendo, aunque creo que él había tenido que hacer uso de la fuerza de voluntad con mayor frecuencia que el enano.

Cada uno estábamos teniendo nuestras propias tentaciones. Tarsius al parecer tenía a un par de ellas arriba en un cuarto, Casel... no se lo que era, pero creo que le afectó. El enano, si hay algo que le tiente, esta claro que no es la paz y la tranquilidad. En cuanto a la mía, evidentemente era Auriel, y quiero creer que la de Auriel era yo.

Obviamente detrás de ello había demonios del deseo. Nos deshicimos de ellos, lo cual al parecer significó condenar al pueblo. Y si, en ese momento me sentí mal por ello. Pero por su seguridad los habitantes del pueblo estaban sacrificando a cualquier viajero que pasase por ahí. No voy a sufrir por ello.

Pero seguimos sin saber donde se encuentra Lancel. Creo que nuestra actitud no fue de un gran compañerismo. No voy a negar que desconfiaba de él, pero tampoco que era un valioso compañero. No se que pensar de él, la verdad, y quizás nunca lo llegue a averiguar.

martes, 24 de febrero de 2015

Noche de guardia

Tras la bofetada contra la realidad vivida en la última aldea por la que pasaron, el intrépido grupo compuesto por los guardias grises y sus compañeros, prosiguió su camino a Ostagar con la esperanza de que Lancel sólo se les hubiera adelantado. Aunque, en verdad, Cassel era el único que tenía esa esperanza. El resto del grupo se había tomado su desaparición con más alivio que preocupación.

Esa noche el guarda volvió a repartir los turnos de guardia, tal y como hacía desde que había tomado las riendas del grupo. El primer turno lo harían Ugweyn y él, después mandaría al enano a descansar y doblaría turno con Tarsius, dejando a Ludwyn y Auriel la última ronda, así podrían ver juntos amanecer. No les quedaba mucho tiempo de viaje, pronto llegarían a Ostagar; así que Cassel deseaba darles un empujoncito. Además el guarda gris tenía muchas cosas en la cabeza, y siempre pensaba mejor por la noche.

Al poco de comenzar la vigilia, empezó a llover. Ugweyn apoyó su espalda contra un árbol frondoso para cobijarse del agua. Desde allí podía ver a su compañero con la mirada perdida en el horizonte mientras hacía girar el filo de su espada contra el suelo.

Cassel no era capaz de olvidar el momento en que tuvo aquella conversación con Selyna. El objetivo de los guardas grises. El verdadero motivo por el que existía la Orden. Un secreto a voces escondido en una frase: "En la Guerra, Victoria; En la Paz, Vigilancia; En la Muerte, Sacrificio". Sacrificio...

Desde que llegó a su conocimiento, supo que si llegaba el momento estaría a la altura. Estaba convencido de ello. Sin embargo, esta última misión había cambiado las cosas. La corrupción no era una sentencia de muerte; no sólo eso, había visto con sus propios ojos que existían seres mucho más peligrosos que un Archidemonio. Además estaba lo acontecido en el pueblo, los seres del Velo habían escarbado en su alma y le habían mostrado lo que su corazón deseaba en lo más profundo de su ser. No es que eso último le fuera ajeno a Cassel; pero hasta entonces, no se había percatado de cuánto lo quería. Por primera vez en mucho tiempo tenía la sensación de que había un futuro para él...

Una mano se posó en su hombro y le apartó de sus pensamientos.

-Cassel ya es la hora. ¿Despierto al medio elfo? – esas palabras parecían esconder algo más que Cassel no supo identificar -.

-Sí, gracias – contestó, volviendo a sumergirse de nuevo en sus pensamientos. Tardó un segundo en darse cuenta; pero en seguida se apresuró a decir - Con que lo zarandees un poco es suficiente, Ugweyn.

El enano vaciló un momento.

-¡Ah! Ya, ya... ¡Claro! -.

A Cassel le pareció oír una risita del enano. "Ya, ya... Claro…" se repitió Cassel para sí esbozando una sonrisa.

- Apostaría algo a que acabo de salvar a Tarsius de una coz – pensó él -.

Al poco Tarsius II apareció bostezando apoyándose en un árbol cercano, con cara somnolienta; pero con la Poderosa firmemente sujeta.

Cassel hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y retomó el hilo de sus pensamientos. Sin embargo, esta reciente preocupación no se debía a una reciente mala conciencia a raíz de guardar el secreto. Si fuera por eso, podía respaldarse en que eran órdenes; en que era mejor ocultarlo por el bien de sus compañeros. Y sobre todo, en que no les afectaba de ninguna forma porque él estaba dispuesto a sacrificarse. Hasta ahora…

¿Lo entenderían? ¿Se lo tendrían en cuenta? El guarda sabía que los demás confiaban en él porque nunca les había mentido y siempre procuraba ayudarles en todo lo posible. De la misma forma, él confiaba en ellos para que le encauzaran si se desviaba, cómo aquella vez en la aldea de los Avvaritas. Sin embargo, no podía evitar sentir que en parte les estaba fallando... Bueno, al menos no se sentiría así mucho más tiempo.

Cassel miró al suelo y comprobó que su espada había hecho un buen agujero el suelo. La colocó sobre sus piernas y comenzó a limpiarla. Le gustaba hacerlo. El lirio de la hoja parecía un río de agua azul, con pequeños destellos recorriéndola de arriba abajo. Era una pequeña vía de escape. Se perdía en sus pensamientos viendo las luces bailar.

De pronto empezó a notar el peso de los párpados. Sacudió la cabeza un momento, y se acercó a Tarsius II.

-Tarsius - susurró -.

-¡Sí! - exclamó dando un brinco - Estoy despierto, claro. ¿Qué insinúas? ¿Qué el Gran Guerrero Tarsius II se ha quedado dormid...?

-Se acabó el turno -.

-Oh... Muy bien jefe - dijo levantando el pulgar – Entonces me voy a acostar -.

Cassel se dirigió hacia la tienda que Auriel y Ludwyn compartían con Tarsius y Lancel, si estuviera, y casi le dio pena despertarles. Ella estaba profundamente dormida, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Ludwyn, un hilillo de saliva le caía por la comisura de la boca. Ludwyn por su parte, no mostraba mejor estampa. De hecho no entendía cómo podía estar cómodo en semejante postura, con el cuello doblado en un ángulo extraño.

-Eh, arriba chicos, os toca – susurró a la pareja, agitándoles suavemente las piernas -.

-¿Humm? – se quejaron a la vez -.

-Tenéis suerte, ha parado de llover. Arriba, venga.

Mientras salían de la tienda, Cassel se dirigió a la que compartía con Ugweyn. Habían llegado todos a ese acuerdo ya que ni Ugweyn ni él, parecían afectarse por sus respectivos ronquidos, al contrario que el resto. Se asomó al interior y vio cómo una forma humanoide que apenas media metro y medio ocupaba prácticamente la totalidad de la superficie de la tienda. Entró soltando un bufido e intentó hacerse un hueco sin demasiado éxito, así que durante un rato se sentó en el suelo hecho un ovillo sin ser capaz de echarse. Al poco, comenzó a sentir calambres en el cuello y la espalda, y decidió que ya que tenía que estar sentado, estaba más a gusto fuera, que por lo menos, había más sitio.
Al salir y vio a la pareja de magos en silencio apoyados el uno en la otra. Decidió no hacer ruido y sentarse mirando hacia otro lado.

Viendo a aquellos dos, volvió a sentir esa sensación y entonces volvieron los pensamientos… Podrían echarlo a suertes; pero no. No quería que Auriel se sacrificara, apenas llevaba un mes en los guardas, y tenía la esperanza de que pudiera hacer las paces con su clan. Además, no quería hacerle eso a Ludwyn. Luego estaba Tarsius II, que aún debía dirigirse a Antiva a rescatar a su familia.

- Debería escribirle el nombre del barco para asegurarme que no se confunde cuando se vaya -.

También estaba Lancel. Lancel... No es que le entusiasmara la idea de que fuera en busca de venganza contra su hermano, sin mencionar el hecho de que le parecía increíblemente peligroso. No obstante, él también seguía teniendo algo por lo que continuar. Y por último, Selyna... ¡No! Si al final, era ella o él, sería él. Eso estaba fuera de toda discusión.

La imagen de Selyna le recordó los acontecimientos pasados en el pueblo de nuevo. Tenía que actuar. Le diría lo que sentía por ella antes de que todo empezara. Tal vez eso aclarara un poco sus pensamientos.

-A Selyna al llegar y a ellos antes de que todo empiece – se prometió a sí mismo - Y a ver qué pasa.

De repente, Ugweyn sacó la cabeza de la tienda.

-Oye Cassel, ¿qué hacías antes sentado en la tienda?

-¡¿Estabas despierto?!

-Sí, claro - dijo el enano extrañado ante una pregunta tan obvia.

-¡La madre que te...! – comenzó a exclamar el guarda mientras entraba en la tienda - ¡Muévete hacia allí!

-¡Con cuidado, lo estás poniendo todo pingando!

-¡Porque estuvo lloviendo!

-¡Ya no llueve!

-Bueno... ¡Duérmete! Ya hablaremos mañana de tus técnicas de asedio.

Auriel y Ludwyn contemplaron la escena divertidos, escuchando alguna queja más antes de que comenzaran los gruñidos y los truenos dentro de la tienda. Mucho peor que la tormenta. Por eso, y sobre todo por la compañía, dieron los buenos días al amanecer con una sonrisa.

lunes, 23 de febrero de 2015

Una larga noche

¡Lancel! – Exclamó Calder.- ¡Vamos, es la hora!

Al abrir los ojos me cegó la luz que entraba por mi ventana. ¡Qué día más precioso! Me levanté de la cama raudo y veloz. No estaba cansado ni sentía la necesidad de estar 5 minutos más, como de costumbre. El lago Calenhad se veía espectacular desde mi ventana, y, mejor aún, podía oler el desayuno en la distancia… Mmmm Tortitas…

Hoy era un día importante, hoy iba a ser nombrado Encantador. No es que Calder fuera uno de mis Maestros preferidos, pero era uno de los magos más importantes del Círculo, y era un honor para mí recibir su apoyo. Según me dirigía al gran salón, mis compañeros me saludaban y felicitaban, al menos gran parte de ellos. Todos sabían que era un prometedor mago y, últimamente, venían incluso a pedirme ayuda y consejo. Cuando abrí las puertas del gran salón sentí un montón de ojos dirigiéndose hacia mí. No estoy acostumbrado a dirigirme a multitudes, lo mío es la magia, no la charlatanería. Ahora me arrepiento de no haberme traído un discurso ensayado.

Por favor, Lancel, sube – dijo Calder entre aplausos.

Me dirigí hacia él. Tras 15 minutos de charla donde homenajeaba mis avances y aportaciones, procedió a entregarme mis nuevos atuendos de encantador a la vez que me daba un fuerte apretón de manos y me deseaba suerte.

Creo que nuestro nuevo Encantador estará deseoso de pronunciar unas palabras, adelante – declaró con orgullo Calder al público.

Los nervios que sentía en ese momento me paralizaron. No sabía qué decir. No podía pronunciar palabra. Había tanta gente…

Lancel, ¿estás bien? – preguntó Calder con extrañeza.

Me empecé a marear, sentía que todo a mí alrededor se estaba desvaneciendo…

¡Lancel! ¡Lancel! ¡Lancel! – repetía Calder con gran preocupación y creciente enfado.

¡LANCEL! ¡Despierta, es la hora de vuestro turno!– exclamó Ludwin con desprecio.

Me desperté de repente empapado en sudor. ¿Era un sueño o una pesadilla? Parecía imposible que después de tanto tiempo hubiese vuelto a soñar con mi estancia en el Círculo. Allí crecí e hice buenos amigos. Con tanta guerra creí haberlo olvidado. El Círculo… Allí era uno más, pero aquí… Aquí no soy querido. Y todos se esfuerzan por demostrármelo. Incluso Casel cada vez muestra más desaprobación y desprecio por mis actos, sobre todo después de los hechos acontecidos con el tema de los Guardias Grises. Estaba convencido de que era la opción correcta. Si yo puedo usar la magia de sangre con seguridad, ¿por qué no iban a poder ellos usarla correctamente?

No respondí a Ludwin, no me sentía con ganas de hablarle. Le odio. ¿Por qué tiene que caer tan bien a todo el mundo y ser tan perfecto? Todos le felicitan y le piden ayuda. Claro, como el no es mago de sangre… Sin embargo, yo soy el que elimina a los enemigos, de no ser por mi ninguno de ellos seguiría con vida… Pero no, los agradecimientos siempre son para él. Todos odian la magia de sangre pero ninguno de ellos me impide que la use para salvarles el culo… Hipócritas…

Me limité a levantarme sin dirigirle la mirada, pero oyendo alguna risita entre él y su elfa… Me repugnan. Tarsius, por su parte, se limitó en la guardia a hablar un poco del tiempo… Una conversación más que violenta. El medioelfo también se esforzaba por demostrar su desprecio hacia mí. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué continuo en este grupo? Las dos horas siguientes solo sirvieron para replantearme cada decisión tomada. ¿Por qué saldría del Círculo? Si nunca me hubiese encontrado por aquel entonces con mi hermano… Allí era respetado, podía practicar la magia con normalidad sin esconderme de lo que soy ni tener que recurrir a convertirme en guardia gris para no ser ajusticiado.

En ese sentido admiro a Ludwin. ¿Cómo hace para esconder su verdadera naturaleza? Yo no podría vivir ocultando que soy un mago. Crecí en un sitio donde la magia era algo natural. No podría acostumbrarme a vivir de otro modo. Los magos no deberían ser dados de lado. Tan pronto como me vi forzado a abandonar el círculo comprendí la situación en la que nos encontramos. No tenemos los mismos derechos. Somos odiados y temidos, pero ¿por qué? No todos los magos somos iguales. Es cierto que un mago malvado es potencialmente mucho más peligroso que cualquier guerrero malvado, pero… ¿justifica eso el encerrar a todos los magos y darles muerte en cuanto saliesen de su prisión? No.

¡Estoy harto! No aguanto ni un minuto más aquí. El mundo no está preparado para aceptar a la gente como nosotros. Especialmente si usas magia de sangre, algo que te estigmatiza socialmente. Pero si incluso la gente que te rodea, la gente que mejor te conoce, te aparta a un lado… ¿Qué te queda? Plantearte si merece la pena seguir sacrificándote por ellos…

Creo que en el cambio de turno me marcharé.

viernes, 13 de febrero de 2015

Tuve que hacerlo

Tuve que hacerlo.

Sin duda sería una fuente de conocimiento invaluable. ¿Uno de los maeses que entró en el la ciudad dorada? Si todas esas leyendas son ciertas, sin duda quisiera conocer más. Sin embargo, después de ver lo peligroso que era, de lo fácil que le fue controlarme, sentí miedo. Y me sentí culpable por ceder. Después de lo sufrido hasta llegar allí, no me lo podía perdonar.

Los demás eran guardias grises, y al parecer su sangre les hacía sentir la llamada. Pero yo no. Después de haber criticado la decisión de Lancel, él al menos se enfrentó a los otros guardias grises. Y sin embargo, aún sabiendo el peligro, ignoré las advertencias. Después de todo lo que hicimos, persiguiéndoles tratando de liberar a Auriel,...

En aquel momento me sentí débil. Y le odié por ello. No quiero que mis ambiciones personales me acaben convirtiendo en una marioneta. Pero tampoco puedo dejar de pensar en todo lo que hemos escuchado. ¿Era un verdadero maese trevinterano? ¿Uno de los primeros engendros, transformados como castigo a su osadía?

En fin, supongo que ya es tarde para pensar en ello. He recogido la información que he podido, y Tarsius padre nos habló de lo poco que sabía al respecto. Pero no pude fijarme en que durante la charla dije algo que pareció molestar a Auriel. Algo sobre mi falta de compromiso. ¿Realmente le importa? Se que he estado cerca de ella en estos últimos viajes, pero no creí que pudiese verme de esa manera. Es extraño. No es que me desagrade, ni mucho menos. Realmente he disfrutado en su compañía. Pero siempre estoy buscando conocimientos, no me había planteado...

He de hablar con ella en cuanto tenga la oportunidad. Aún no sabría que decirle, por que realmente no se lo que significó exactamente su reacción. Quizás tan solo esté reflejando mis propios pensamientos. Pero ¿pienso así? No se si será lo más apropiado. Ella es una guardia gris, y su cultura élfica es muy distinta y habitualmente reservada. Aunque es cierto que se crió en el círculo. Demonios. Tenía tan claros mis planes...

Quizás sea lo mejor no pensar en ello. Tenemos en frente la ruina, y hoy mismo acabamos con un Dragón. ¿por que entonces estoy dando vueltas a esta cuestión? Hay cosas más importantes ¿no?