sábado, 28 de febrero de 2015

Remanso de paz

Dentro de un terreno desolado, un remanso de paz resulta más inquietante. Probablemente no hubiésemos entrado en otras circunstancias, pero buscábamos a Lancel y podía estar ahí. Era un pueblo amurallado, y parecía estar sobreviviendo indemne a la ruina.

Si ya eso nos sorprendió en su momento, lo que nos encontramos dentro era difícil de concebir en ese entorno. La alegría que se respiraba no concordaba con el peligro que corría el pueblo. Su interés en que nos relajásemos era algo más de lo que sospechar. Traté de mantenerme alerta, era consciente del peligro, pero el ambiente era embriagador.

Fuimos a la taberna a preguntar por Lancel, y acabamos comiendo allí Tarsius, Auriel y yo. Todos parecían muy amables y encantados de agasajarme. Tarsius comenzó a comer con avidez, y Auriel le siguió. Yo pretendía seguirles el juego, así que comí también, y creo que ese fue mi error. No se bien que ocurrió después, solo recuerdo estar encandilado con Auriel. He de decir que por más que me avergüenzo de haber caído en la trampa, no puedo recordar esos momentos con desagrado.

Después de eso solo se que Ugweyn me sacó del trance con uno de sus eficaces bofetones. El enano había quedado junto a la fuente, y por lo que sé gritando con rabia a cualquiera que se le acercase. Creo que la excesiva amabilidad le causa algún tipo de alergia. Casel también estaba resistiendo, aunque creo que él había tenido que hacer uso de la fuerza de voluntad con mayor frecuencia que el enano.

Cada uno estábamos teniendo nuestras propias tentaciones. Tarsius al parecer tenía a un par de ellas arriba en un cuarto, Casel... no se lo que era, pero creo que le afectó. El enano, si hay algo que le tiente, esta claro que no es la paz y la tranquilidad. En cuanto a la mía, evidentemente era Auriel, y quiero creer que la de Auriel era yo.

Obviamente detrás de ello había demonios del deseo. Nos deshicimos de ellos, lo cual al parecer significó condenar al pueblo. Y si, en ese momento me sentí mal por ello. Pero por su seguridad los habitantes del pueblo estaban sacrificando a cualquier viajero que pasase por ahí. No voy a sufrir por ello.

Pero seguimos sin saber donde se encuentra Lancel. Creo que nuestra actitud no fue de un gran compañerismo. No voy a negar que desconfiaba de él, pero tampoco que era un valioso compañero. No se que pensar de él, la verdad, y quizás nunca lo llegue a averiguar.

martes, 24 de febrero de 2015

Noche de guardia

Tras la bofetada contra la realidad vivida en la última aldea por la que pasaron, el intrépido grupo compuesto por los guardias grises y sus compañeros, prosiguió su camino a Ostagar con la esperanza de que Lancel sólo se les hubiera adelantado. Aunque, en verdad, Cassel era el único que tenía esa esperanza. El resto del grupo se había tomado su desaparición con más alivio que preocupación.

Esa noche el guarda volvió a repartir los turnos de guardia, tal y como hacía desde que había tomado las riendas del grupo. El primer turno lo harían Ugweyn y él, después mandaría al enano a descansar y doblaría turno con Tarsius, dejando a Ludwyn y Auriel la última ronda, así podrían ver juntos amanecer. No les quedaba mucho tiempo de viaje, pronto llegarían a Ostagar; así que Cassel deseaba darles un empujoncito. Además el guarda gris tenía muchas cosas en la cabeza, y siempre pensaba mejor por la noche.

Al poco de comenzar la vigilia, empezó a llover. Ugweyn apoyó su espalda contra un árbol frondoso para cobijarse del agua. Desde allí podía ver a su compañero con la mirada perdida en el horizonte mientras hacía girar el filo de su espada contra el suelo.

Cassel no era capaz de olvidar el momento en que tuvo aquella conversación con Selyna. El objetivo de los guardas grises. El verdadero motivo por el que existía la Orden. Un secreto a voces escondido en una frase: "En la Guerra, Victoria; En la Paz, Vigilancia; En la Muerte, Sacrificio". Sacrificio...

Desde que llegó a su conocimiento, supo que si llegaba el momento estaría a la altura. Estaba convencido de ello. Sin embargo, esta última misión había cambiado las cosas. La corrupción no era una sentencia de muerte; no sólo eso, había visto con sus propios ojos que existían seres mucho más peligrosos que un Archidemonio. Además estaba lo acontecido en el pueblo, los seres del Velo habían escarbado en su alma y le habían mostrado lo que su corazón deseaba en lo más profundo de su ser. No es que eso último le fuera ajeno a Cassel; pero hasta entonces, no se había percatado de cuánto lo quería. Por primera vez en mucho tiempo tenía la sensación de que había un futuro para él...

Una mano se posó en su hombro y le apartó de sus pensamientos.

-Cassel ya es la hora. ¿Despierto al medio elfo? – esas palabras parecían esconder algo más que Cassel no supo identificar -.

-Sí, gracias – contestó, volviendo a sumergirse de nuevo en sus pensamientos. Tardó un segundo en darse cuenta; pero en seguida se apresuró a decir - Con que lo zarandees un poco es suficiente, Ugweyn.

El enano vaciló un momento.

-¡Ah! Ya, ya... ¡Claro! -.

A Cassel le pareció oír una risita del enano. "Ya, ya... Claro…" se repitió Cassel para sí esbozando una sonrisa.

- Apostaría algo a que acabo de salvar a Tarsius de una coz – pensó él -.

Al poco Tarsius II apareció bostezando apoyándose en un árbol cercano, con cara somnolienta; pero con la Poderosa firmemente sujeta.

Cassel hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y retomó el hilo de sus pensamientos. Sin embargo, esta reciente preocupación no se debía a una reciente mala conciencia a raíz de guardar el secreto. Si fuera por eso, podía respaldarse en que eran órdenes; en que era mejor ocultarlo por el bien de sus compañeros. Y sobre todo, en que no les afectaba de ninguna forma porque él estaba dispuesto a sacrificarse. Hasta ahora…

¿Lo entenderían? ¿Se lo tendrían en cuenta? El guarda sabía que los demás confiaban en él porque nunca les había mentido y siempre procuraba ayudarles en todo lo posible. De la misma forma, él confiaba en ellos para que le encauzaran si se desviaba, cómo aquella vez en la aldea de los Avvaritas. Sin embargo, no podía evitar sentir que en parte les estaba fallando... Bueno, al menos no se sentiría así mucho más tiempo.

Cassel miró al suelo y comprobó que su espada había hecho un buen agujero el suelo. La colocó sobre sus piernas y comenzó a limpiarla. Le gustaba hacerlo. El lirio de la hoja parecía un río de agua azul, con pequeños destellos recorriéndola de arriba abajo. Era una pequeña vía de escape. Se perdía en sus pensamientos viendo las luces bailar.

De pronto empezó a notar el peso de los párpados. Sacudió la cabeza un momento, y se acercó a Tarsius II.

-Tarsius - susurró -.

-¡Sí! - exclamó dando un brinco - Estoy despierto, claro. ¿Qué insinúas? ¿Qué el Gran Guerrero Tarsius II se ha quedado dormid...?

-Se acabó el turno -.

-Oh... Muy bien jefe - dijo levantando el pulgar – Entonces me voy a acostar -.

Cassel se dirigió hacia la tienda que Auriel y Ludwyn compartían con Tarsius y Lancel, si estuviera, y casi le dio pena despertarles. Ella estaba profundamente dormida, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Ludwyn, un hilillo de saliva le caía por la comisura de la boca. Ludwyn por su parte, no mostraba mejor estampa. De hecho no entendía cómo podía estar cómodo en semejante postura, con el cuello doblado en un ángulo extraño.

-Eh, arriba chicos, os toca – susurró a la pareja, agitándoles suavemente las piernas -.

-¿Humm? – se quejaron a la vez -.

-Tenéis suerte, ha parado de llover. Arriba, venga.

Mientras salían de la tienda, Cassel se dirigió a la que compartía con Ugweyn. Habían llegado todos a ese acuerdo ya que ni Ugweyn ni él, parecían afectarse por sus respectivos ronquidos, al contrario que el resto. Se asomó al interior y vio cómo una forma humanoide que apenas media metro y medio ocupaba prácticamente la totalidad de la superficie de la tienda. Entró soltando un bufido e intentó hacerse un hueco sin demasiado éxito, así que durante un rato se sentó en el suelo hecho un ovillo sin ser capaz de echarse. Al poco, comenzó a sentir calambres en el cuello y la espalda, y decidió que ya que tenía que estar sentado, estaba más a gusto fuera, que por lo menos, había más sitio.
Al salir y vio a la pareja de magos en silencio apoyados el uno en la otra. Decidió no hacer ruido y sentarse mirando hacia otro lado.

Viendo a aquellos dos, volvió a sentir esa sensación y entonces volvieron los pensamientos… Podrían echarlo a suertes; pero no. No quería que Auriel se sacrificara, apenas llevaba un mes en los guardas, y tenía la esperanza de que pudiera hacer las paces con su clan. Además, no quería hacerle eso a Ludwyn. Luego estaba Tarsius II, que aún debía dirigirse a Antiva a rescatar a su familia.

- Debería escribirle el nombre del barco para asegurarme que no se confunde cuando se vaya -.

También estaba Lancel. Lancel... No es que le entusiasmara la idea de que fuera en busca de venganza contra su hermano, sin mencionar el hecho de que le parecía increíblemente peligroso. No obstante, él también seguía teniendo algo por lo que continuar. Y por último, Selyna... ¡No! Si al final, era ella o él, sería él. Eso estaba fuera de toda discusión.

La imagen de Selyna le recordó los acontecimientos pasados en el pueblo de nuevo. Tenía que actuar. Le diría lo que sentía por ella antes de que todo empezara. Tal vez eso aclarara un poco sus pensamientos.

-A Selyna al llegar y a ellos antes de que todo empiece – se prometió a sí mismo - Y a ver qué pasa.

De repente, Ugweyn sacó la cabeza de la tienda.

-Oye Cassel, ¿qué hacías antes sentado en la tienda?

-¡¿Estabas despierto?!

-Sí, claro - dijo el enano extrañado ante una pregunta tan obvia.

-¡La madre que te...! – comenzó a exclamar el guarda mientras entraba en la tienda - ¡Muévete hacia allí!

-¡Con cuidado, lo estás poniendo todo pingando!

-¡Porque estuvo lloviendo!

-¡Ya no llueve!

-Bueno... ¡Duérmete! Ya hablaremos mañana de tus técnicas de asedio.

Auriel y Ludwyn contemplaron la escena divertidos, escuchando alguna queja más antes de que comenzaran los gruñidos y los truenos dentro de la tienda. Mucho peor que la tormenta. Por eso, y sobre todo por la compañía, dieron los buenos días al amanecer con una sonrisa.

lunes, 23 de febrero de 2015

Una larga noche

¡Lancel! – Exclamó Calder.- ¡Vamos, es la hora!

Al abrir los ojos me cegó la luz que entraba por mi ventana. ¡Qué día más precioso! Me levanté de la cama raudo y veloz. No estaba cansado ni sentía la necesidad de estar 5 minutos más, como de costumbre. El lago Calenhad se veía espectacular desde mi ventana, y, mejor aún, podía oler el desayuno en la distancia… Mmmm Tortitas…

Hoy era un día importante, hoy iba a ser nombrado Encantador. No es que Calder fuera uno de mis Maestros preferidos, pero era uno de los magos más importantes del Círculo, y era un honor para mí recibir su apoyo. Según me dirigía al gran salón, mis compañeros me saludaban y felicitaban, al menos gran parte de ellos. Todos sabían que era un prometedor mago y, últimamente, venían incluso a pedirme ayuda y consejo. Cuando abrí las puertas del gran salón sentí un montón de ojos dirigiéndose hacia mí. No estoy acostumbrado a dirigirme a multitudes, lo mío es la magia, no la charlatanería. Ahora me arrepiento de no haberme traído un discurso ensayado.

Por favor, Lancel, sube – dijo Calder entre aplausos.

Me dirigí hacia él. Tras 15 minutos de charla donde homenajeaba mis avances y aportaciones, procedió a entregarme mis nuevos atuendos de encantador a la vez que me daba un fuerte apretón de manos y me deseaba suerte.

Creo que nuestro nuevo Encantador estará deseoso de pronunciar unas palabras, adelante – declaró con orgullo Calder al público.

Los nervios que sentía en ese momento me paralizaron. No sabía qué decir. No podía pronunciar palabra. Había tanta gente…

Lancel, ¿estás bien? – preguntó Calder con extrañeza.

Me empecé a marear, sentía que todo a mí alrededor se estaba desvaneciendo…

¡Lancel! ¡Lancel! ¡Lancel! – repetía Calder con gran preocupación y creciente enfado.

¡LANCEL! ¡Despierta, es la hora de vuestro turno!– exclamó Ludwin con desprecio.

Me desperté de repente empapado en sudor. ¿Era un sueño o una pesadilla? Parecía imposible que después de tanto tiempo hubiese vuelto a soñar con mi estancia en el Círculo. Allí crecí e hice buenos amigos. Con tanta guerra creí haberlo olvidado. El Círculo… Allí era uno más, pero aquí… Aquí no soy querido. Y todos se esfuerzan por demostrármelo. Incluso Casel cada vez muestra más desaprobación y desprecio por mis actos, sobre todo después de los hechos acontecidos con el tema de los Guardias Grises. Estaba convencido de que era la opción correcta. Si yo puedo usar la magia de sangre con seguridad, ¿por qué no iban a poder ellos usarla correctamente?

No respondí a Ludwin, no me sentía con ganas de hablarle. Le odio. ¿Por qué tiene que caer tan bien a todo el mundo y ser tan perfecto? Todos le felicitan y le piden ayuda. Claro, como el no es mago de sangre… Sin embargo, yo soy el que elimina a los enemigos, de no ser por mi ninguno de ellos seguiría con vida… Pero no, los agradecimientos siempre son para él. Todos odian la magia de sangre pero ninguno de ellos me impide que la use para salvarles el culo… Hipócritas…

Me limité a levantarme sin dirigirle la mirada, pero oyendo alguna risita entre él y su elfa… Me repugnan. Tarsius, por su parte, se limitó en la guardia a hablar un poco del tiempo… Una conversación más que violenta. El medioelfo también se esforzaba por demostrar su desprecio hacia mí. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué continuo en este grupo? Las dos horas siguientes solo sirvieron para replantearme cada decisión tomada. ¿Por qué saldría del Círculo? Si nunca me hubiese encontrado por aquel entonces con mi hermano… Allí era respetado, podía practicar la magia con normalidad sin esconderme de lo que soy ni tener que recurrir a convertirme en guardia gris para no ser ajusticiado.

En ese sentido admiro a Ludwin. ¿Cómo hace para esconder su verdadera naturaleza? Yo no podría vivir ocultando que soy un mago. Crecí en un sitio donde la magia era algo natural. No podría acostumbrarme a vivir de otro modo. Los magos no deberían ser dados de lado. Tan pronto como me vi forzado a abandonar el círculo comprendí la situación en la que nos encontramos. No tenemos los mismos derechos. Somos odiados y temidos, pero ¿por qué? No todos los magos somos iguales. Es cierto que un mago malvado es potencialmente mucho más peligroso que cualquier guerrero malvado, pero… ¿justifica eso el encerrar a todos los magos y darles muerte en cuanto saliesen de su prisión? No.

¡Estoy harto! No aguanto ni un minuto más aquí. El mundo no está preparado para aceptar a la gente como nosotros. Especialmente si usas magia de sangre, algo que te estigmatiza socialmente. Pero si incluso la gente que te rodea, la gente que mejor te conoce, te aparta a un lado… ¿Qué te queda? Plantearte si merece la pena seguir sacrificándote por ellos…

Creo que en el cambio de turno me marcharé.

viernes, 13 de febrero de 2015

Tuve que hacerlo

Tuve que hacerlo.

Sin duda sería una fuente de conocimiento invaluable. ¿Uno de los maeses que entró en el la ciudad dorada? Si todas esas leyendas son ciertas, sin duda quisiera conocer más. Sin embargo, después de ver lo peligroso que era, de lo fácil que le fue controlarme, sentí miedo. Y me sentí culpable por ceder. Después de lo sufrido hasta llegar allí, no me lo podía perdonar.

Los demás eran guardias grises, y al parecer su sangre les hacía sentir la llamada. Pero yo no. Después de haber criticado la decisión de Lancel, él al menos se enfrentó a los otros guardias grises. Y sin embargo, aún sabiendo el peligro, ignoré las advertencias. Después de todo lo que hicimos, persiguiéndoles tratando de liberar a Auriel,...

En aquel momento me sentí débil. Y le odié por ello. No quiero que mis ambiciones personales me acaben convirtiendo en una marioneta. Pero tampoco puedo dejar de pensar en todo lo que hemos escuchado. ¿Era un verdadero maese trevinterano? ¿Uno de los primeros engendros, transformados como castigo a su osadía?

En fin, supongo que ya es tarde para pensar en ello. He recogido la información que he podido, y Tarsius padre nos habló de lo poco que sabía al respecto. Pero no pude fijarme en que durante la charla dije algo que pareció molestar a Auriel. Algo sobre mi falta de compromiso. ¿Realmente le importa? Se que he estado cerca de ella en estos últimos viajes, pero no creí que pudiese verme de esa manera. Es extraño. No es que me desagrade, ni mucho menos. Realmente he disfrutado en su compañía. Pero siempre estoy buscando conocimientos, no me había planteado...

He de hablar con ella en cuanto tenga la oportunidad. Aún no sabría que decirle, por que realmente no se lo que significó exactamente su reacción. Quizás tan solo esté reflejando mis propios pensamientos. Pero ¿pienso así? No se si será lo más apropiado. Ella es una guardia gris, y su cultura élfica es muy distinta y habitualmente reservada. Aunque es cierto que se crió en el círculo. Demonios. Tenía tan claros mis planes...

Quizás sea lo mejor no pensar en ello. Tenemos en frente la ruina, y hoy mismo acabamos con un Dragón. ¿por que entonces estoy dando vueltas a esta cuestión? Hay cosas más importantes ¿no?