viernes, 6 de marzo de 2015

Y su nombre era...

Tan familiar y a la vez tan extraña... así era ahora la espesura para mi. Sinceramente, me alivió regresar. Aquella fortaleza no me resultaba tranquilizadora en absoluto: magos, templarios, hombres lobos, qnari, elfos, enanos,... la guerra genera extrañas alianzas.

Como Lancel, supongo. No le habíamos vuelto a ver desde que desapareciese durante la noche hacía ya semanas. ¿Por qué? No me caía especialmente bien, pero dudo que se marchase sin un buen motivo.

Pero no solo la espesura había cambiado, con los engendros. Yo también volvía distinto. Quizás por eso tardé en apreciar el cuervo que nos venía siguiendo como una señal de aquello que buscábamos: Una bruja de la espesura.

Era lo que Selina encargó al resto de guardias grises de nuestro grupo antes de regresar al campamento con Calder y Ugwein. Los detalles los desconozco, por que incluían algunos de los secretos de su orden, pero al parecer esa bruja podía tener algo importante para la batalla que se avecinaba. El motivo por el que se había arriesgado a ir solo con unos pocos reclutas en su busca.

La rescatamos con vida, junto con una recluta llamada Miriam, creo. Habían caído en una trampa y los engendros pretendían hacer con ellas algún tipo de ritual de sangre trevintano, pero al menos Selina parecía estar bien. De Miriam ya cuidaría Calder.

Y quizás fue una suerte que no nos acompañase, por que probablemente no hubiese aprobado que derramase mi sangre para liberar a esa presencia del altar, pero al parecer era una prueba necesaria para que la bruja de la espesura se presentase ante nosotros. Al tocar el altar se iluminaron unas letras élficas que Auriel pudo leer, y sentí gracias a mi espíritu que fuese lo que fuese lo que allí se hallaba atrapado, no era una presencia maligna.

Al salir, pudimos comprobar que el cuervo que nos había guiado no era sino una cambiaformas. Quizás aquella persona a la que nos habían mandado buscar.

Su nombre era Mórrigan.

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