martes, 24 de febrero de 2015

Noche de guardia

Tras la bofetada contra la realidad vivida en la última aldea por la que pasaron, el intrépido grupo compuesto por los guardias grises y sus compañeros, prosiguió su camino a Ostagar con la esperanza de que Lancel sólo se les hubiera adelantado. Aunque, en verdad, Cassel era el único que tenía esa esperanza. El resto del grupo se había tomado su desaparición con más alivio que preocupación.

Esa noche el guarda volvió a repartir los turnos de guardia, tal y como hacía desde que había tomado las riendas del grupo. El primer turno lo harían Ugweyn y él, después mandaría al enano a descansar y doblaría turno con Tarsius, dejando a Ludwyn y Auriel la última ronda, así podrían ver juntos amanecer. No les quedaba mucho tiempo de viaje, pronto llegarían a Ostagar; así que Cassel deseaba darles un empujoncito. Además el guarda gris tenía muchas cosas en la cabeza, y siempre pensaba mejor por la noche.

Al poco de comenzar la vigilia, empezó a llover. Ugweyn apoyó su espalda contra un árbol frondoso para cobijarse del agua. Desde allí podía ver a su compañero con la mirada perdida en el horizonte mientras hacía girar el filo de su espada contra el suelo.

Cassel no era capaz de olvidar el momento en que tuvo aquella conversación con Selyna. El objetivo de los guardas grises. El verdadero motivo por el que existía la Orden. Un secreto a voces escondido en una frase: "En la Guerra, Victoria; En la Paz, Vigilancia; En la Muerte, Sacrificio". Sacrificio...

Desde que llegó a su conocimiento, supo que si llegaba el momento estaría a la altura. Estaba convencido de ello. Sin embargo, esta última misión había cambiado las cosas. La corrupción no era una sentencia de muerte; no sólo eso, había visto con sus propios ojos que existían seres mucho más peligrosos que un Archidemonio. Además estaba lo acontecido en el pueblo, los seres del Velo habían escarbado en su alma y le habían mostrado lo que su corazón deseaba en lo más profundo de su ser. No es que eso último le fuera ajeno a Cassel; pero hasta entonces, no se había percatado de cuánto lo quería. Por primera vez en mucho tiempo tenía la sensación de que había un futuro para él...

Una mano se posó en su hombro y le apartó de sus pensamientos.

-Cassel ya es la hora. ¿Despierto al medio elfo? – esas palabras parecían esconder algo más que Cassel no supo identificar -.

-Sí, gracias – contestó, volviendo a sumergirse de nuevo en sus pensamientos. Tardó un segundo en darse cuenta; pero en seguida se apresuró a decir - Con que lo zarandees un poco es suficiente, Ugweyn.

El enano vaciló un momento.

-¡Ah! Ya, ya... ¡Claro! -.

A Cassel le pareció oír una risita del enano. "Ya, ya... Claro…" se repitió Cassel para sí esbozando una sonrisa.

- Apostaría algo a que acabo de salvar a Tarsius de una coz – pensó él -.

Al poco Tarsius II apareció bostezando apoyándose en un árbol cercano, con cara somnolienta; pero con la Poderosa firmemente sujeta.

Cassel hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y retomó el hilo de sus pensamientos. Sin embargo, esta reciente preocupación no se debía a una reciente mala conciencia a raíz de guardar el secreto. Si fuera por eso, podía respaldarse en que eran órdenes; en que era mejor ocultarlo por el bien de sus compañeros. Y sobre todo, en que no les afectaba de ninguna forma porque él estaba dispuesto a sacrificarse. Hasta ahora…

¿Lo entenderían? ¿Se lo tendrían en cuenta? El guarda sabía que los demás confiaban en él porque nunca les había mentido y siempre procuraba ayudarles en todo lo posible. De la misma forma, él confiaba en ellos para que le encauzaran si se desviaba, cómo aquella vez en la aldea de los Avvaritas. Sin embargo, no podía evitar sentir que en parte les estaba fallando... Bueno, al menos no se sentiría así mucho más tiempo.

Cassel miró al suelo y comprobó que su espada había hecho un buen agujero el suelo. La colocó sobre sus piernas y comenzó a limpiarla. Le gustaba hacerlo. El lirio de la hoja parecía un río de agua azul, con pequeños destellos recorriéndola de arriba abajo. Era una pequeña vía de escape. Se perdía en sus pensamientos viendo las luces bailar.

De pronto empezó a notar el peso de los párpados. Sacudió la cabeza un momento, y se acercó a Tarsius II.

-Tarsius - susurró -.

-¡Sí! - exclamó dando un brinco - Estoy despierto, claro. ¿Qué insinúas? ¿Qué el Gran Guerrero Tarsius II se ha quedado dormid...?

-Se acabó el turno -.

-Oh... Muy bien jefe - dijo levantando el pulgar – Entonces me voy a acostar -.

Cassel se dirigió hacia la tienda que Auriel y Ludwyn compartían con Tarsius y Lancel, si estuviera, y casi le dio pena despertarles. Ella estaba profundamente dormida, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Ludwyn, un hilillo de saliva le caía por la comisura de la boca. Ludwyn por su parte, no mostraba mejor estampa. De hecho no entendía cómo podía estar cómodo en semejante postura, con el cuello doblado en un ángulo extraño.

-Eh, arriba chicos, os toca – susurró a la pareja, agitándoles suavemente las piernas -.

-¿Humm? – se quejaron a la vez -.

-Tenéis suerte, ha parado de llover. Arriba, venga.

Mientras salían de la tienda, Cassel se dirigió a la que compartía con Ugweyn. Habían llegado todos a ese acuerdo ya que ni Ugweyn ni él, parecían afectarse por sus respectivos ronquidos, al contrario que el resto. Se asomó al interior y vio cómo una forma humanoide que apenas media metro y medio ocupaba prácticamente la totalidad de la superficie de la tienda. Entró soltando un bufido e intentó hacerse un hueco sin demasiado éxito, así que durante un rato se sentó en el suelo hecho un ovillo sin ser capaz de echarse. Al poco, comenzó a sentir calambres en el cuello y la espalda, y decidió que ya que tenía que estar sentado, estaba más a gusto fuera, que por lo menos, había más sitio.
Al salir y vio a la pareja de magos en silencio apoyados el uno en la otra. Decidió no hacer ruido y sentarse mirando hacia otro lado.

Viendo a aquellos dos, volvió a sentir esa sensación y entonces volvieron los pensamientos… Podrían echarlo a suertes; pero no. No quería que Auriel se sacrificara, apenas llevaba un mes en los guardas, y tenía la esperanza de que pudiera hacer las paces con su clan. Además, no quería hacerle eso a Ludwyn. Luego estaba Tarsius II, que aún debía dirigirse a Antiva a rescatar a su familia.

- Debería escribirle el nombre del barco para asegurarme que no se confunde cuando se vaya -.

También estaba Lancel. Lancel... No es que le entusiasmara la idea de que fuera en busca de venganza contra su hermano, sin mencionar el hecho de que le parecía increíblemente peligroso. No obstante, él también seguía teniendo algo por lo que continuar. Y por último, Selyna... ¡No! Si al final, era ella o él, sería él. Eso estaba fuera de toda discusión.

La imagen de Selyna le recordó los acontecimientos pasados en el pueblo de nuevo. Tenía que actuar. Le diría lo que sentía por ella antes de que todo empezara. Tal vez eso aclarara un poco sus pensamientos.

-A Selyna al llegar y a ellos antes de que todo empiece – se prometió a sí mismo - Y a ver qué pasa.

De repente, Ugweyn sacó la cabeza de la tienda.

-Oye Cassel, ¿qué hacías antes sentado en la tienda?

-¡¿Estabas despierto?!

-Sí, claro - dijo el enano extrañado ante una pregunta tan obvia.

-¡La madre que te...! – comenzó a exclamar el guarda mientras entraba en la tienda - ¡Muévete hacia allí!

-¡Con cuidado, lo estás poniendo todo pingando!

-¡Porque estuvo lloviendo!

-¡Ya no llueve!

-Bueno... ¡Duérmete! Ya hablaremos mañana de tus técnicas de asedio.

Auriel y Ludwyn contemplaron la escena divertidos, escuchando alguna queja más antes de que comenzaran los gruñidos y los truenos dentro de la tienda. Mucho peor que la tormenta. Por eso, y sobre todo por la compañía, dieron los buenos días al amanecer con una sonrisa.

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